En Buenos Aires los autos del Top Race ya hicieron su trabajo. La gente desaloja poco a poco las tribunas, pero todavía quedan dos carreras por disputarse. La primera la obtendrán los más veloces, los que lleguen a su auto, paguen la estadía, que costaba 20 pesos, y salga de los alrededores del Autódromo Oscar y Juan Gálvez; todo esto, antes de que colapse la salida. La segunda no tiene un sólo ganador, todos los que participen conseguirán su objetivo, visitar los boxes gratis.
El público esperó pacientemente que se abran los portones que habilitan el cruce, ya sea por medio de la pista o bajando por un túnel que comunica con el otro extremo de la pista, ese lugar que durante la carrera está prohibido para los espectadores, salvo que se compre una entrada “especial” que vale 300 pesos. Ese lugar es la zona de mecánicos, pilotos y chapistas: los boxes.
La gente cruza en malón, no se detiene por nada, se llevan a todos por delante. Los carteles anuncian a que corredor pertenece cada box, la marea de gente rodea a los pilotos. Juan Bautista De Benedictis está dando una entrevista, pero eso no le impide seguir firmando autógrafos y sacarse fotos sonriendo. Más adelante, una multitud más grande rodea a José María Lopez, su caso no es muy diferente, sólo que él se dedica a responder preguntas de la gente y de posar ante las cámaras de los espectadores.
La sala de prensa está llena, los periodistas trabajan, un poco más allá de los baños de los pilotos se ve otro amontonamiento de gente, es el ganador de la jornada, Agustín Canapino que salió hace poco de la conferencia de prensa y avanza a paso lento. Los pedidos de fotos, saludos, felicitaciones son miles. Juan Cruz Álvarez, el campeón de la edición del Top Race 2009, viene caminando y se detiene ante Canapino, lo saluda y lo felicita: “Buena carrera, te felicito de corazón”.
Los pilotos cumplen con sus fanáticos y se van de la zona de boxes, Juan Manuel Silva elige como medio de transporte una bicicleta, Gastón Massacane se va en moto, Gonzalo Perlo caminando. La gente ya está más relajada, disfruta de los pocos autos que siguen a la vista del público, recorren, y chusmean la sala de prensa desde la ventana.
En la tribuna de Mercedes Benz quedan colgadas unas pocas banderas de la escudería. Un grupo de muchachos se ocupa de escalar hasta lo más alto y tironear hasta que la bandera sede, “un recuerdo de la carrera” explica Sebastián. Otro grupito de gente camina por medio de la pista buscando la salida, en el camino encuentran pequeños pedacitos que los autos despidieron en la competencia, las levantan y se las guardan, como si fuera un tesoro.